jueves, 1 de mayo de 2008

Cómo retroceder en sentido contrario

Y cada vez más fuerte, no los brazos ni los dientes, sino la forma en que movía las ondas en el aire. Con los ruidos de sus historias, que volaban con las hojas que imaginaba que decía. Porque no hablaba lo que yo oía, pero aún así me fascinaba, hice el paisaje y me imaginé cuando saqué todos los granos de café tostado que encontré, no hice ningún comentario, sólo lo llevé en mi bolsillo por si acaso. Puede que todos carguen con algo, bueno o malo.

Creo que me desvié de la historia, suelo hacer eso con las historias, forjar otras que cuentan lo mismo que la que había hecho en un principio, pero con otro destino y otro retorno. Porque todo retorna, ese mismo día retorné en sentido contrario de donde venía, y eso mismo le dije a él cuando metí más semillas de café, cosa que creía que no se podía hacer, como tampoco se puede retornar en contra del retroceso, puesto que eso no es retornar.

Retornar en volver y volver en retroceder, es mejor no retroceder, siempre lo ha sido, dicen que no encontrarán nada nuevo, pero eso no es cierto. Una vez retrocedí en mi imaginación, a ver si me acordaba de una palabra que escondí en algún recoveco de mi mente, no apareció y no hice nada diferente, sin embargo todo era diferente, porque ya no habían los mismo olores en el aire, ni era la misma hora, mucho menos estaban las misma partículas, esas que sólo un científico sabe que significa. Aunque ni el mismo puede saberlo, ya que para ver hay que creer, entonces lo ciegos no creen en nada.Volví a otra historia.
Eso mismo, como volver a otra historia si es otra, no se puede, como no se puede retroceder. Aunque ahora que lo pienso estoy retrocediendo, mientras metía mis manos en los bolsillos y sentía el ruido de los granos chocando, bien tostados. Yo sabía que no se podía hacer, pero inevitablemente recordé las historias de mi abuela, especialmente la del cerdo entre las matas que yo misma imaginé que eran de café, también sentí que su historia tendría más sentido si ella misma olía a esa bebida estimulante, ése brebaje. Pero ella nunca olía a café, olía a un perfume de mariposa y tiene tantas historias.
Hay que disfrutar de la suerte si se tiene una abuela con historias, es indudablemente más alarmante cuando es una oradora admirable. Yo pasé horas escuchando sus historias y ese mismo día le conté una de esas a él, también conté los granos de café que me metí al bolsillo cuando pensé en todos los otros bolsillos con otras cosas por si acaso, a demás de eso retrocedí por un lugar distinto del cual había venido y hacía donde mismo iba.
Todo hasta que el guardia me pilló y me dio un paseo que me avergonzó.

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