jueves, 1 de mayo de 2008

En este momento usted debe leer, pero no es obligación

Hubiese ido ese día a la misa, pero ya era tarde. No para las agujas de reloj o para los pájaros que en un canto que silencia el alma, acercaban los gritos y los saltos del pan tostado en la máquina retórica de cada mañana. Ése día tampoco la usó, no puso la almohada en la cabeza tratando de apagar el sol, en sus ojos ya se apagó. Era muy tarde aquel día tan temprano, había pasado ya todo lo que tenía que pasar, las risas insólitas, los sueños, las mentiras, las clavadas miradas cómplices en el metro con extraños pasajeros que hicieron una vida completa con ella, sin conocerla, el tiempo.
(En este momento, usted recuerda un extraño en el metro, con el que también se imaginó cruzando la existencia entera)
Era casi el fin del tiempo y en esperanza para algunos, el inicio de uno nuevo. Tenía todo a su favor, ojos pardos heredados sin permiso, que al mismo tiempo le abrieron el camino ya trazado, acabado.
Los pájaros ya acabaron su ritual, para el que era tarde ya antes de empezar. Colmada boca arriba, añora aquellos días sin decencia ni moral, esperaba ser un niño que no sabe de saber, que tiene licencia para ser y deshacer. Era imposible que entendieran los motivos, sus días habían transcurrido con plena confianza en lo elegido, los sillones que combinaban con el papel mural, hacían semejanza a los ojos heredados y a todo el gusto de su mamá, la alfombra del pasillo que la vio revolcar sus cabellos teñidos y soñar, el hospital.
(En este momento usted se debe imaginar, un pasillo grande con siete puertas a la derecha y once a la izquierda, en una de ellas está ella, pero ahora no lo puedo contar)

Tenía dieciocho sueños y dos cumplidos, por cada uno cumplido había uno por cumplir y tres deshechos, ya era tarde para otro sueño (Podría recordar un sueño si quiere, pero no es obligación). Siete años tenía cuando decidió ser una niña hecha y derecha, a esa edad dejó de gatear, le da vergüenza recordarlo aunque su mamá insiste que es normal, ya era tarde para ser normal. Ella sabía que no lo era, no era normal, pero ella creía que nadie lo era. No era normal ser normal y ser anormal tampoco lo era, ella no era anormal ni normal, no era. Ya era tarde para ser.
Era tarde desde el momento en que pensó que había tiempo después, era tarde cuando el doctor había sacado la vida y la aguja también.
(En este momento usted puede hacer cualquier interpretación)

1 comentario:

aRielie dijo...

actualíxate po
señorita solemne =)