sábado, 26 de abril de 2008

La vida lenta de Ignacio

Iba Ignacio a su lugar de trabajo, que suele ser un lugar desagradable donde hasta respirar es fastidioso. Combinó la corbata con los calzoncillos, por si acaso era su día de suerte o todo lo contrario, si fuese el peor día de su vida acabaría desnudo frente a una enfermera que notaría lo poco gustoso de su íntimo vestuario. Ignacio solía juntarse con gente que se vestían bien por dentro y por fuera, por si acaso, y él porque rima y es cierto, les hacía caso. Ese día tomo el café con endulzante por la misma razón, limpio la manilla de la puerta, dijo tres veces Anita lava la tina y se marchó.
Tenía auto, pero prefería no tenerlo, comía sano, pero no le traína nada bueno hacerlo, se lavaba las manos antes y después de ir al baño sólo si alguien podía verlo. No había nada más placentero en la vida de Ignacio, que darle la mano al jefe sin lavarse las manos, es la sensación de rebeldía sin ningún sentido que le hacía creer que su vida si tenía de lo mismo.
Retrocedió en cámara lenta, avanzó unos semáforos y sin darse cuenta una luz amarilla colmaba sus azules ojos almendra. Y bueno les contaría el final de la historia, pero eso arruinaría el cuento.

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