martes, 27 de noviembre de 2012

Fui flaca, fui gorda, fui rubia y pelirroja, tuve miedo a las arañas, la oscuridad, los ovnis, la muerte, el che, el comunismo, Ricardo Lagos, los mapuches, los gringos, los tontos con derecho a voto, los sabios con dinero, los perros malgenio, los gatos de noche, las polillas en la oreja, los dulces de frambuesa. Fui valiente, estúpida, impulsiva, ofensiva, ganadora, perdedora, poeta, talla 36 en las tetas. Fui rockera, fui rapera, bailé axe, hice la rueda, jugué a las manitos, a las pistolas, a la sirena, a las escondidas, a las muñecas. Fui a discos, besé 15 bocas distintas, tomé piscola, ron cola, con sprite, tomé champaña, michelada, tequila, cortitos, golpeaditos, sexo en la playa, Martini, piña colada, mojito frutilla, maitai, pisco sour y otras cosas mezcladas. Fui a la iglesia, me confesé, comí la hostia, no hice la primera comunión. Pequé, fui virgen, fui inocente, fui malvada, planeé estafas, aposté dinero, jugué a la ruleta, comí por gula, sentí envidia, desee la muerte, fui indiferente. Copie en la escuela, fingí mi muerte, pololeé tres veces, tuve ocho gatos en el techo tres veces, adopté conejos, ratones, salvé dos pájaros caídos del nido, escapé de la casa, fui castigada, me bañé en una piscina a las tres de la mañana. Me tatué, me perforé, fui al psicoanalista, al nutricionista, al dentista, al budista, al ateísta, al papista, nadie sabía nada. Fui rebelde, fui actriz, hice yoga, hice pilates, fumé marihuana, comí muchas empanadas, pelee con cuatro amigas, asesiné millones de hormigas. Viajé, reí, planté árboles que vi morir, fui vegetariana, carnívora, hice ayuno sin motivo alguno, vomité, dicen que estudié, sin ninguna duda amé, quién sabe qué más haré.

lunes, 6 de diciembre de 2010

La sonrisa de Magela


Tengo en mi mano la foto de una amiga. Una chiquilla de chasquilla cuadrada y sonrisa pícara. Con ojos tan magnéticos que de seguro su madre le creyó cualquier mentira que le estaba diciendo. No sé bien si es la magia de la foto análoga o esas típicas frases de vieja y mi amiga tiene un ángel, uno muy celestial que la baña cada día en un perfume fabuloso. Sea lo que sea, el perfume, la foto o su sonrisa, anoche me desperté feliz de haber soñado con ella.
Magela vivía casi al frete de mi casa. Yo habré cargado con seis años y ella otros tantos. Corríamos, peleábamos y vivíamos la vida libre en el peor de los lugares. Mi mamá me cuenta, que de todas mis amigas ella era mi favorita “por lo majadera debe ser”, me dice y luego viene un regaño.
Un día a Magela se la llevaron. La sacaron de su casa de dos pisos, con su polera de frutilla, su sonrisa malvada y mi amistad más cercana. Últimamente le pasaba eso a muchos muchachos de la cuadra, derepente un día ya no estaban. A mí nadie me explicaba nada. O me nombraban un supuesto lugar donde se encontraban. Para mí el mundo era mi cuadra y si alguien, mágicamente dejaba de rondar por la acera de sus casas, simplemente ya no estaba.
Pronto me olvidé de ella. Un olvido pasajero, pues tenía cosas importante en que preocuparme. Mi mamá me había regalado unos patines en línea y yo casi los convertía en una extensión de mi píe. Mientras practicaba un día en el barrio escuché un rumor. Alguien le deseaba suerte a mi mamá en su viaje. Me pasaría lo mismo que a Magela.
Unos meses más tarde entendí todo. Había países, mares, tierras, fronteras, personas extranjeras y yo –así como mi querida Magela- sería una de ellas.
Llegué a Chile, una tierra larga como la fruta que le puso su nombre. Era el seis de agosto del 98 y yo venía del verano más ardiente y cubano, para pasar al frío más inmenso y nublado. Los días, siguieron con el mismo clima.
Pasaron años, amores, historias, amigas, llantos y ni rastro de Magela y su cerquillo. Un día y con la mano de Flower mi lado volví a Cuba. Vi mi casa, mis calles. La casa de Magela estaba vacía y también mi recuerdo de ella. Nuestra niñera tenía su foto colgada en la sala y ver cuanto había crecido me dio nostalgia. Era Julio de 2006 y aún no podía encontrarla.
Pisando tierra moderna, creí que Google, quién sabe todo y de todos, podía ayudarme. No lo hizo. Los años pasaron, tristes y agitados. Estaba a punto de terminar el colegio y dejaba todo lo que conocía atrás. Las horas, los veranos, las primaveras, las hojas, los zapatos, mi pelo, la sonrisa, todo iba cambiando y Magela seguía sin dar rastro.
Hoy sostengo su foto y un mes atrás sostuve las manos de su mamá. Es extraño como de la nada el destino te demuestra que no hay nada que puedas hacer. Hay un libro gigante y divino donde todo esta escrito. El narrador de la edición que contiene mi vida, decidió traer a mi amiga de vuelta por estas fechas y no pudo ser más asertivo.
Sigue su sonrisa, su perfume, su chasquilla y sigo sintiendo toda su magia a través de esta pantalla.
Magela vino a enseñarme, que nada puedo ni debo hacer, mi camino está decidido, mientras tanto puedo elegir patines o zapatillas para caminarlo.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Mi Casita


Sucede en una calle bien poblada. Sucede en las casitas de los años cincuenta, todas igualitas, con la misma reja, los mismo colores en las pareces, las mismas puertas de cristal con cruces de scoch tape para protegerlas del huracán, todas tienen el mismo dueño pero no todas obedecen sus reglas.
Hay una casita en particular, donde uno llega luego de subir varias cuadras empinadas. Digamos que usted viene, lo más probable, del Capitolio. Allí usted deberá tomar el P13, una guagua, micro, bus, transporte, que lo llevará derechito para el municipio de Arrollo Naranjo. Hará un par de paradas y si tiene suerte, cuando llegue a 10 de Octubre pasará por las líneas del ferrocarril, e insisto, si es que tiene suerte solamente pasará por allí. Déjeme decirle que si se queda detenido justo encima de la línea del tren, es normal, me pasó a mí. Si ve que el tren se acerca a una velocidad imprudente, mientras la guagua, micro, bus, transporte aún se encuentra detenida, es normal, también me pasó. Pero tranquilo, esta es solo una de sus primeras aventuras para llegar allí.
Luego del susto momentáneo, pasara por unas calles al borde del derrumbe. No ha habido catástrofes últimamente, pero todo por 10 de Octubre hacía arriba parece necesitar una feroz reconstrucción.
Luego que vea el puente, donde dice con letras rojitas, Bienvenido a Arrollo Naranjo, queda poquito. Usted se baja en la bomba de bencina y camina unas cuadras hacía arriba. Como todo es inclinado le recomiendo que compre unas croquetas de 0.25 cuc que venden en el Di tú, para recobrar energías.
Verá unas casitas que empiezan a parecer todas iguales, con sus rejitas pintadas y sus enormes portales. Luego doblará a la izquierda donde verá una placitas con una estatua en miniatura de José Martí. No sé porqué la recuerdo sin cabeza, si estoy casi segura que la conserva. En fin esa placita no tiene tantos visitantes, el pasto está muy lardo y los bancos, bueno, no hay bancos. Pero tiene a José Martín.
Luego de esta placita queda poquito, ahora sube dos lomas y ya habrá llegado. Primero está la casa de Danielito un muchacho bueno, buenito. Luego Enrique un periodista que no envejece, deben haber 100 años desde que lo conocí pero él y su Lada siguen iguales.
Más tarde está la casa de Ivon. La esposa de un hombre misterioso que trabaja con oro y gana mucho dinero. Lo sé porque su casa está llena de lujos por todas partes, de lujos y de trolls. Esos bichos raros con orejas gigantes que son viejos pero chicos, su casa está repleta de trolls. El portal, el techo, su cuarto, las camas, su ropa, porque para ella es como si fuera arte, un lujoso arte. Al ladito de la casa troll está mi casa, al ladito cubierta toda de hojitas de plátano, con el mismo caminito de siempre y el mismo portal donde de chiquita jugaba a cazar con un palito arañas peludas. Esta casita tiene sus papeles, todas las casitas, grandes o chiquitas, deben tener sus papeles. Está que ven en la foto tiene escrito en sus papeles Manuel Díaz González, sin embargo, su dueño es otro, uno que probablemente no sepa que existe y que lo más probable es que ni él mismo exista. Ése que es el dueño de todo y pone las reglas. Es dueño de la mata de plátanos que tiene mi abuelo en el patio, también del televisor que le regaló a mi abuela para su primer aniversario. Y es tan dueño de esta casita, que me obligó a dejarla cuando tenía nueve años y es tan dueño de mí misma, que solamente puedo visitarla durante un mes, prorrogable a otro mes, por doscientos dólares adicionales.

domingo, 26 de septiembre de 2010

El ingeniero junto a mi ventana


Eran lo días de los océanos de hielo, las palabras agudas de los marchitos poetas de los sueños. Los sujetos que sacaban sueños del sueño de los niños a seguir creciendo. El de los padres por encogerse y ser pequeños. El de los abuelos por morir sin darse cuenta y que les regalen el agujero.
Son muchas las lágrimas que han acabado con la vida de esta cuadra. A la mitad, vive una señora que roba pelotas y que de seguro jamás escuchó la canción de Arjona, quizás es sorda. Sorda a las palabras más importantes, ciega a los atardeceres hermosos. Porque jamás la he visto asomarse, ni siquiera de reojo, para que nadie calcule el latido que su corazón intenta dar, para demostrar que está viva, que no es una víbora devorando ojos y pelotas de futbolistas en sueños.
Está un señor muy coqueto, que se queja del vientre abultado de vida, de quien juró amar para siempre. Se queja del llanto de la semilla que la cultura le obligó a plantar. Nadie trajo niños a llorar, nadie quiere más manos golpeando pequeñas cabezas a las cuales hay que enseñar a amar. He puesto unas cuantas multas en mi mente, a los padres aberrantes y poco cariñosos. A los que en la noche se escapan, a los que no han vuelto a ver que todo lo que dejaron no eran escombros. Era una pequeña vida que arruinaron, fue la mujer que confió su desnudo pecho a sus cochinas manos.
Hay una familia que se niega a ser real, poseen la mano inmortal de la mortalidad. Tienen la obligación de creer lo que un señor con bolsillos grandes en la última misa dejó caer. Dejan el 1% y se liberan de querer tener sexo sin despojo.
Hay muchas cuadras, pero ninguna como esta. Tenemos gente buena, pero que siguen espantando con una sonrisa de cuero, al retoño del ingeniero que veo en el árbol junto a mi ventana. Ha llovido mucho ácido esta temporada, pero el nido de ese pájaro ha sido más fuerte que los 50 millones invertidos en la casa de enfrente. Y ese pequeño, con un pico más grande que el que lo demuestra con repulsivas angustias, vuelve todas las tardes con comida para su pequeño y la madre. El es un hombre y tú eres carne.

lunes, 9 de agosto de 2010

Galán de Noche


Yo no sé que es el amor, pero se que a todos les hace falta.
Sé que tengo una manito que me recoge cuando camino. Una manito que me sujeta cuando voy demasiado alto. Flower me ata con su cordel y me da algunos metros, luego me ata a un arbolito y me deja una flor en el suelo para cuando me haga falta.
El me tiene la camita repleta de petalitos, los labios de menta fresca y el pelo bañado de aroma a albaca. El tiene la piel azúcar blanca y los ojos verde olivo. Tiene una guayabera y una perrita majadera.
Su corazoncito es puro y blanquito, su voz bajita lo dice pero sucede que el ruido del mundo la apaga.
En su sonrisa podría quedarme horas pegada, sé que sus labios contienen la verdad más sagrada, que no importa que me duela sé que es cierto, los labios de Flower tienen un beso sabor Habana Club añejo.
Se enamoró tanto de mí que se enamoró de mi isla. Me llevó a reencontrarla y me reencontré en mí misma. Me tiene una casita imaginaria en la playa, donde en las noches dormiremos entrelazados en una nube de aroma a galán de noche.
Sembraremos un platanal, un mango y una guayaba. Le haré jugo todas las mañanas, con Flower será domingo, toda la semana.

lunes, 25 de enero de 2010

El extraño mundo de las Sharon y Britney



El otro fui a un lugar . Un lugar donde la gente gasta 150 mil pesos en un pisco Capel y otras 120 en una mujer. Donde se puede ser puto sin pensar en el infierno. Fui a un lugar donde nunca pensé estar. Fui al Passapoga y no me bastó con eso, hice un estriptís en el



Es viernes cerca de las 10 de la mañana y me duele respirar. No puedo pararme ni estar acostada, me duelen los pies, las manos, la panza, los muslos, el trasero y la espalda. Para rematar también tengo el autoestima un poco baja. El día anterior subí a una pasarela y fingí quitarme la ropa. Agarré un fierro con todas mis fuerzas y me colgué de él o por lo menos lo intenté. Son las 10 de la mañana y me pregunto porqué gente por opción se somete a esto cada semana.

Antonio es bailarí. Se regodea de modelos y les enseña a menear todo lo que Dios le dio y el doctor arregló. Su caño a pasado por Marlene Olivarí, Yasna lobos y todas las chiquillas de Fiebre de Baile. Tanta fue la sensación que se le ocurrió montar una academia de baile del caño. Pero no cualquier academia, una donde todas realmente pudiesen liberarse. “Es súper buen ejercicio, pero claro, no es lo mismo hacerlo en el Passapoga que hacerlo en un gimnasio”, comenta mientras vemos bailar a Vivian, una modelo brasileña a quien lleva enseñando por más de un año.

Mientras veo a Vivian, como se cuelga de cabeza, se lanza de un caño a otro y repite una y otra vez el Bombero, me pregunto si colgada de ese fierro realmente podré liberarme.

Son las 3. Llegaron dos chicas estupendas y Antonio me avisa que viene mi turno. Se me ponen los pelos de punta, aunque sabía que todo terminaría en esto, no esperaba ver a dos madres cuarentonas, regias como ellas solas, acompañarme a hacer el ridículo y tratar de moverme algo en el caño.

Paso al camarín y aún no percibo cuantas chicas, todos los días, se viste frente a estos casilleros esperando desvestirse. Brintey, Sharon, Connie, Rachel y otros nombres de striper clichés cuelgan de las puertas. Hay plumas, tacones, tangas fluorescentes, disfraces y brillo por todos lados. Agarro mi mochila y saco el buzo medio desteñido que me compro mi mamá, me deprimo un poco. En la pared frente a los camerinos está pegado un papel con las comisiones que cada chica recibe al conseguir que uno de los ricachones que va a diario le compre un trago. Se llama trago Chica y cuesta 14 mil pesos, ellas ganan a partir de las 9 de la noche 2500 pesos por cada uno. Mi amor propio sube un poco.


Salgo y veo al profesor listo para tomar posición. Las señoras traen tacos y encima de los pantalones se colgaron una mini, se soltaron sus largos cabellos rubios y se afirmaron al caño –mi estado inicial, deprimida total, vuelve a reinar- . Antonio pregunta que música quieren “Gordo ponte la Brintey, I love Rock and Roll es mi canción para el caño, lo juro”, dice la más joven de todas.



En estos momentos el nerviosismo había hecho que olvidara, la entrevista, la zona, las preguntas, la cámara y todo por lo que ahí me encontraba. En un momento de lucidez le pregunté sus nombres y si podía sacarles algunas fotos. Abrieron sus grandes ojos y me respondieron a coro “te morí, too much, si mis hijos se enteran que su mami está bailando el caño en el Passapoga, te morí, jajaja no, no, no”. Sí, por si se lo preguntas, ambas tienen una papa gigante en la boca y usa ese acento típico de un autóctono de Plaza Italia hacía el norte. ¡Y cómo no! Son pocos los que pueden pagar 15 lucas por clase. En la hora y media que estuve allí, Antonio le enseñó a moverse al estilo striper a 6 mujeres y otras dos llamaron para confirmar la hora. Saque usted la cuenta.

El precio de las clases me hizo pensar que quizás las esposas de estos adinerados hombres que van allí noche tras noche, son las mismas que de día bailan en esos mismo caños, con el mismo dinero que su esposo con las mismas manos puso en la tanga de Britney, Sharon o Connie.

Al ritmo de la princesa del Pop Antonio nos motiva. Él hace primero las poses y nosotras, las imitamos. En el caño, pude dar media vuelta, me elevé unos treinta centímetros del suelo y duré unos 10 segundos colgando. Todo un record para mi nula fuerza de brazos. Mis compañeras bailan y saltan como todas unas expertas. Debe ser cierto eso que Freud dijo alguna vez, y en verdad toda mujer desea secretamente ser deseada como una prostituta. Y no es que todas las mujeres que bailan en el Passapoga intercambien sexo a cambio de dinero, pero la gran mayoría sí lo hacen. “Es lo que más les conviene, cobran unas 120 lucas por cliente, es bastante más rentable que la plata que reciben por trago”, me cuenta Antonio en lo que recupero el aire.

Luego de las primeras piruetas viene el strip dance. Me paro al frente del escenario y me saco la polera, vuelvo al fondo y luego al caño, termino con un bombero y una onda de espaldas. Antonio nos da un aplauso, las chicas se abrazan y sobresale su adrenalina. Vuelvo al camerino, me cambio de ropa y agarro mi mochila. Subo la escalera y me despido de las estatuas desnudas de bronce que están en la puerta.

Me duelen las piernas, la espalda, estoy cansada. Me siento fuerte y con un par de kilos menos. Sigo caminando para no bajar el ritmo. Me detengo un par de cuadras más tarde y descanso en un Dominó. Como un completo y recupero todo lo que en el caño había perdido.


lunes, 19 de octubre de 2009

China Para Siempre


Al otro día, desperté con una bolita en almohada. Estaba un poco asustada por el cambio, pero durmió feliz en su peluche de perrito con orejas gigantes. Le había depositado demasiada fe y sabía que llegaría a amarla tanto, que ningún sujeto con sur y amigas podría arruinarlo. Me sentía con una amiga eterna. Y sin el peligro –o por lo menos eso creía- de encontrarme al otro día soltera por las manos de esa amiga. Era muy afortunada. Baje temprano en pijama todavía. Me acosté en el piso frío y rojo. Y con Luna, sacamos fotos mientras mi mamá cocinaba. A cada rato se daba vuelta y nos miraba, comenzaba a ser feliz de nuevo. Tenía una barriga gordita, pero podía sostenerla en la palma de mi mano. Ese día no lo llamé, ya tenía compañía. Me llamó la China para que compráramos algunas cosas para el viaje que se acercaba. Estaba invitada a pasar las penas y la soltería de febrero en su casa en la playa. Le conté la nueva noticia. Después de todo, fue el primer número que marqué al saber la mala. La China, es mi amiga de toda la vida. Con ella tampoco me preocupa que me robe el compañero de cama. La conocí en el colegio y lo primero que hice fue odiarla. Sus ojos pequeños y verdes, labios gruesos y rosados, acompañados de una nariz de punto y un pelo largo y dorado. Era hermosa y lo sabía, lo que la hacía aún más odiosa. Yo tenía una popularidad adecuada. Corría el primer semestre de séptimo y hacía dos meses había dado mi primer beso. Había pasado todo el verano sin verlo y creía, con seguridad, que en marzo podría conquistarlo mejor. Cuando vi a nuestra nueva compañera, con genes –estoy segura que están ligados de alguna forma- robados de Angelina Jolie, entré en pánico. Utilicé a todos los que conocía para alejarla y que fuera odiada. No me costó mucho, a China le cuesta ser amada. Se acercaba Julio y ya menos personas la odiaban. Tenía tres hermosas amigas y juntas hacían que todo el colegio babeara. A mi me gustaba un chiquillo de lentes grandes, originalmente le llamaban Harry. Como la China tiene la buena fama de experimentada, supe que si quería atraparlo era ella mi mentora obligada. La pillé en la clase de artes y ella me enseñó su arte de seducción. El romance no quedó en nada y el enganché duró menos de una semana, pero la China duraría para siempre. Era 2006 y se cumplían cuatro años de nuestra amistad. A la hora después, llegó a mi casa, besó a luna y supe que ya la amaba. Fuimos a comprar unas cervezas, que obviamente no duraron hasta la playa.

miércoles, 7 de octubre de 2009

Putas Baratas



El trueque, el dinero, las tarjetas de crédito, los cheques. No importa con qué lo compremos, el sexo siempre será el servicio más cotizado. Las mujeres que se decidan al comercio sexual, arriesgan su integridad tanto física como emocional y muchas veces, por pocas lucas. A continuación veremos qué hace que estas mujeres se consideren a ellas mismas un producto que vale poco.




Es sábado a las 7 de la tarde y a Fabiola no le para de sonar el celular. Sube hacía su departamento en Plaza de Armas, ubicado seis pisos arriba del Cine Maya, antiguo cine porno. Fabiola no deja de trabajar, no tiene horas libres ni feriados. Se dedica al comercio sexual hace casi 20 años y con sus 40 encima, aún no piensa jubilarse. La podemos encontrar como “Chiquitita madurita. Bonita” en el diario La Tercera. Con sus ieans deshilachados y del brazo de su compañera de cuarto Luz Clara (23), Fabiola abre la puerta sin manija y me invita a su despojado departamento. Con nada más que una pieza y una sala con un sofá cama tirado en el suelo. Lleva dos semanas viviendo allí, ya que donde vivía los vecinos se quejaban demasiado. Antes trabaja cerca de San Diego y debido al sector no podía cobrar más de 10 mil pesos la hora. “En el centro puedo cobrar veinte (mil pesos) la hora, son cosas que hacen más profesional tu trabajo. Una mina puede cobrar más, si es linda, tiene su propio departamento y en un lugar bien ubicado”. Fabiola atiende alrededor de 3 clientes diarios. De ellos la mayoría son antiguos. Llega a ganar cerca de un millón y medio mensualmente. Suelo que difícilmente podría alcanzar ejerciendo su carrera de secretaria. Fuma un cigarro tras otro y de tanto que suena decide apagar el celular. La espera un cliente de unos 70 años “Es que los viejos son los peores” dice soltando una carcajada. En la cocina tiene un refrigerador donde nunca puede faltar un pepino “Los chiquillos piden juguetes siempre”.
Para Fabiola y Luz Clara, la demanda ha bajado. En lo que va del año el número de clientes se ha reducido por lo menos a la mitad “Me quedan los de siempre”, dice. A pesar de la falta de demanda, no pueden cobrar más. El lugar no da para un precio más alto “Por un lado yo soy bajita y la edad también te baja el precio. Y a mi amiga el hecho de ser peruanita le pesa. Hay chiquillas como ella que por ser extranjeras, hacen el favor por 2 mil pesos”. Clarita no habla mucho, teme que note su acento. Ve este trabajo como un pasar, mientras encuentra algo más digno. Tiene mucho miedo de contar su historia y sólo se limita a afirmar lo que su amiga diga. “a ella la explotaron mucho tiempo, igual que a mí”.
Ambas trabajaban para un privado, dónde atienden el doble de clientes, por la mitad de plata. Normalmente se quedan con el 70 por ciento del trabajo de cada prostituta. “Así conocí a Clarita, la estaba estrujando, así que me la traje para que no abusaran más de ella” Dice con un tono orgulloso. Reconoce que lo mejor de ese trabajo es el dinero y lo peor “morder la almohada cuando un tipo no te da ningunas ganas”, cuenta con los ojos húmedos.


La oferta

En Chile el precio promedio de una trabajadora sexual es de unos 40 mil pesos. Dentro de lo que se ofrece vía Internet y periódicos nacionales, puedes acceder a los servicios sexuales de una mujer desde los 5 mil hasta los 300 mil pesos la hora. A parte de la atención hora u hora y media existen distintas promociones dependiendo de la chica: Por 5 mil pesos dos mujeres pueden hacer lo que alcancen en 15 minutos. También puede ser una sola chica por media hora, o algún tipo de contacto rápido dentro de los 10 minutos. La oferta más común es la de 10 mil pesos la hora.
En las calles la oferta es diferente. Ofrecen sexo oral por quinientos pesos o una caja de cigarros y coito dentro del auto por dos mil quinientos. Fabiola cuenta que no solo las chicas que se ofrecen en la calle son diferentes, sino también los clientes. “A mi no me gusta decirles clientes, yo tengo amigos, amigos de muchos años que me pagan para venir a conversar. Eso no se consigue en una esquina con minifalda”.La mayoría de las putas de calle son drogadictas y lo hacen para pasar la noche, cuenta Fabiola, sin embargo confiesa que en ese punto ninguna prostituta es tan distinta “En este mundo existe todo lo más turbio que te puedes imaginar y la droga nunca falta. La necesitas para estar despierta con el último cliente”. La mayoría de los hombres que buscan sexo en las esquinas, buscan sólo eso. Las putas con departamento tienen doble rol, satisfacer – por sobretodo satisfacer- y entenderlos. Llegan hombres, casados, separados, vírgenes, todos con algún trauma. Ellas los tienen que soltar, antes de quitarle la ropa. Conocerlos solamente con la vista sexual y mentalmente. “con putas baratas como nosotras, matan dos pájaros de un tiro. Se ahorran las horas de psicólogo y compensan la frialdad de sus mujeres en la cama” Dice Fabiola mientras prende su cuarto cigarro.
A medida que sube el precio, subimos de Plaza Italia. Las putas Escorts cobran desde los 70 a los 300 mil pesos. Son altas, bronceadas, tonificadas y la mayoría operada. Hablan de corrido y lo más importante, no parecen putas, aunque lo son. Casi todas tienen su propia página en Internet o se promocionan con agencias El tipo de cliente que busca a estas mujeres, son empresarios con suficiente dinero. Las buscan muchas veces para complacer lo que su esposa opus dei no se atreve a hacer. En otras ocasiones las llevan a alguna reunión y mostrar una pareja físicamente espectacular. El físico de Fabiola y Clarita se aleja un poco de ese perfil, pero no tanto. Fabiola mide 1.50 y Clarita por el estilo, ambas tienen lentes de contacto azules y el pelo teñido. Son delgadas, con facciones finas y voz tenue. “yo me preocupo ene, de las cremas, de lo que como, de todo me preocupo. Lo que pasa es que no puedo hacer nada pa medir un metro ochenta ¿me cachai?”.
En algún tiempo Fabiola se vendía a la primera oferta que llegaba. Hasta que conoció a algunas personas que la llevaron a España, por trata de blancas. Allí aprendió más del negocio y volvió con la idea de ser independiente. Tubo que unirse a un Privado para juntar clientes, juntó suficientes y arrendó un departamento para ella y clarita “Cada una es dueña de lo que gana, lo único, como en cualquiera trabajo, hay que aportar con la casa”. Asegura que no importa si trabajas en la calle, en un privado o en tu departamento. Si eres Escort, puta barata, puta media, el objetivo siempre será el mismo: “Ellos piden y una entrega”.


Cuidándose las espaldas

El ringtone de Luis Fonsi anuncia la llamada de un potencial cliente, Fabiola no contesta. Ella decide a quién le contesta, a quién le presta el servicio. “Uno cacha por la voz a los tipos cuáticos. Una vez me llamó un tipo que me dijo dónde estay, dónde estay. Ahí fui amable con él y se acartonó, care´raja le pregunté si me quería asaltar, se quedó callado. Le dije que los dos éramos delincuentes pero que yo no le hacía daño a nadie y me cortó”. Fabiola ha afinado el olfato y huele de inmediato a quienes andan buscando algo más que placer. Otra llamada perdida anuncia que la noche está llena de clientes. Luz Clara, su compañera de departamento es su sombra, nunca la deja sola mientras conversamos, se percibe un miedo permanente en el medio, una sensación de estar siempre mirándose las espaldas. “Siempre cuando estoy en la pieza con un cliente está la Clari en el living atenta a cualquier cosa. No me arriesgo a estar sola con un tipo en la pieza, uno no sabe con quién se está metiendo, de repente te toca un abusador y hasta ahí llegaste”.Los veinte mil pesos que cobra, no le aseguran las intenciones del cliente. A pesar de que en gran medida fija un precio un poco más caro que el mínimo, para tener un filtro de a quién atiende y a quién no. Por lo mismo le llegan muchos clientes con intención de robarle. “Imagínate, las minas que cobrar doscientas lucas no están ni ahí con andar filtrando a los clientes, saben que no les llegarán tipos flaites como ese que me llamó la otra vez, o por otro lado las minas que se regalan por cinco lucas, andan urgías todo el día”
Fabiola sabe lo que hace, su bagaje en la profesión ha forjado su carácter y si bien arrienda su cuerpo no lo vende. Asegura que no importa si cobras una o cien lucas, todas las prostitutas trabajan por alguna gran razón. “Yo empecé porque mi mamá se enfermó, mi hermano era un drogadicto perdido y yo tenía una hija que mantener. No lo hice porque me gustara el güebeo no más”. Se cuida de sobremanera, porque quiere ver a su hija salir a delante. Actualmente su pequeña está en un centro hospitalario, recuperándose de una violación que sufrió a los nueve años en manos de su tío. “Son las cosas de este trabajo, yo tenía que ganar plata para mantenerla y no tenía con quién dejarla. Cometí el error de dejarla con el drogo de mi hermano y su amigo. La violaron ocho veces por vía anal.” Endurece el tono de su voz y agrega; “Si no tuviese a mi hija, me hubiese dejado matar hace rato”

jueves, 17 de septiembre de 2009

La Extraña Cordura


Una vez un muchacho de mi colegio enloqueció. Se puso a tirar piedras a la ventana de inspectoría y luego golpeo al director mientras gritaba tantos garabatos al mismo tiempo que no pude retener ninguno. El cuervo –así le decían al director- no podía creer que alguien lo odiara tanto. Se habrá sorprendido más cuando todo el colegio salió a aplaudirle al chiquillo, de quién sólo recuerdo su apellido, Pizarro. Yo siempre creí que era raro, no sé si por sus lentes que le hacían ver unos ojos gigantes o el hecho que siempre lo veía hablando solo. Era extraño, pero nunca creí que se volviera así de loco. No se supo la causa que desató la furia en Pizarro, pero debo admitir que siempre lo he admirado. Nadie nunca tuvo las agallas de gritarle al Cuervo todo lo que hacía falta y en cuanto alguien se atreve a escupirle unas cuantas verdades en su cara, lo tildan de loco.
Creo que no hemos equivocado durante muchos años. Lo que realmente es poco cuerdo en este lugar es que todos tengamos que sonreír y ocultar la verdad. Que no podamos ser lo que queremos y decir lo que pensamos, porque nuestros vecinos, padres, profesores, amigos, se pueden enfadar. O peor aún, terminar zombis como Pizarro debido a la cantidad de medicamentos que le terminaron recetando. Si lo pensamos bien, lo único demente aquí es que todos debemos vivir de la misma forma, usar las mismas palabras y una ropa algo parecida para que nada parezca extraño.
Gloria Trevi rompe las pantis y termina en la cárcel. Michael Jackson quiere ser único y termina siendo juzgado como el más grande loco de patio. Creo que en el diccionario divino cambiaron las palabras y lo cuerdo resulta ser lo chiflado.
Todos estamos aquí de paso. El mundo es una escala hasta nuestro eterno viaje y ni siquiera, sabiendo que esta estación es más mínima que un pestañeo, nos permitimos ser y hacer lo que queremos.
Estamos todos a un paso de caer en el abismo de la locura. Nos hemos reprimido tanto, hace quien sabe cuanto, que está apunto de reventar esta olla de presión. No tenemos mucho tiempo para despegarnos de esta realidad. La hipocresía es más contagiosa que la porcina y no nos protege usar mascarilla. Dejemos de ser lo que los otros desean ver y estemos un poco descabellados de vez en cuando. Me arrepiento de no haber gritado suficiente, de no haber cantado en el metro más fuerte, de no seguir vistiendo como quise hacerlo y de no haber agarrado una piedra y ayudar a Pizarro cuando tuve tiempo.
Sal a la ventana y vuélvete loco, sal en toalla, bebe tequila un martes a las ocho de la mañana, cree que Peter Pan puede aparecer un día y llevarte lejos, nada de lo que pienses será menos cuerdo que un hombre en una nube esperando por nosotros en el cielo. Sé tú mismo, porque sólo tienes una oportunidad para serlo

lunes, 14 de septiembre de 2009

Antes de la Luna llena



Vi un anuncio en Mercado Libre y no pude resistirme. Estaban ahí, con sus orejas paradas y yo con mi corazón deseoso de ser llenado. Era febrero, mi nuevo novio, Flower se había ido de vacaciones sin mí. En cambio se llevó a unas reverendas soberanas hijas de ellas mismas que no merecen ser nombradas. A demás de emborracharse y jotearme al mino, subían fotos al ya fallecido fotolog para aumentar mi desgracia. No es que esté justificando al pobrecito, que de inocente no tiene nada, pero no hay nada peor que una mujer sin sentido de lealtad al género. Después de todo, si nos pasamos cagando entre nosotras mismas ¿Quién no lo hará? Reitero, él es el mayor culpable en este juicio, pero yo a los hombres hace rato dejé de tenerles confianza. No me sorprende.
En esos días en que el nadaba por los lagos de Puerto Varas y yo navegaba en el mar cibernético de la desconfianza, algo apareció. Hace rato había sufrido un terrible adiós y estaba lista para superarlo. Le mostré a mi mamá su foto, parecía un zorrillo en miniatura. Mi mamá que había llorado reharto, se decidió a buscarla. Agarramos a mi papá y las dos, con una pataleta de aquellas, lo metimos en el auto. No fueron más de quince minutos los que estuvimos andando. Llegamos y una señora, de pelo enroscado y panza amontonadamente tierna, nos abrió. Me paro de tras del terciopelo gris del sillón y me doy cuenta de que allí estaba. En ese entonces no sabía quién era, ni cuánto llegaría a amarla. Pero no importaba, allí estaba, desesperada luchando con su hermano por el que sería su último sorbo de leche materna. La tomé en brazos y sabía que me iría con ella. Nos despedimos de su madre, Retana. A quién mi madre recurre cada vez que comento su evidente gordura; “Su mamá era igualita”, me dice sabiendo que es mentira.
Así fue. La subimos en el auto, yo aún no sabía que era Luna, ni lo bien que le quedaba. Fuimos a comprarle comida y un juguete, para que no extrañara la caliente panza llena de leche que ahora le faltaba. Era un perro café de grandes orejas, pequeño, pero en ese momento infinitas veces más grande que ella. Luego de los trámites básicos partimos a su hogar.
Le mostramos la camita que solía ocupar Cherry, nunca la usó, quizás también sabía que no fue para ella. Llamé al supuesto traidor y le conté de la miniatura que no llegaba a llenar un cuadrado del piso de la casa.
-¿Qué raza es?-
-Schnauzer también. Es hermosa.-
-Me imagino- Me contesta, aún sin saber, cómo ella llegaría a cambiar su vida también.
Corté el teléfono, ya no me importaba con quién o en qué estaba. Tenía con quién quejarme, la mejor amiga y más fiel que he tenido. Le mostré la casa, a su vecino Boby, le di leche y fotografíe su panza. Llegó la noche y la acosté en mi cama, le prometí que esta sería su casa para siempre. No mentiré, le hablé del rompe corazones ése. Le dije que era bueno, pero que por estos días no estaba. Que las mujeres debíamos aprender a andar solitas y no acostumbrarnos a estar acompañadas. Que las manos entrelazadas debían ser para el camino y no el destino. Que los hombres y que lo sabrá más adelante, siempre se marchan. Esa noche durmió un poco preocupada, espero que haya sido por su leche y no porque le maté alguna esperanza.