miércoles, 7 de octubre de 2009

Putas Baratas



El trueque, el dinero, las tarjetas de crédito, los cheques. No importa con qué lo compremos, el sexo siempre será el servicio más cotizado. Las mujeres que se decidan al comercio sexual, arriesgan su integridad tanto física como emocional y muchas veces, por pocas lucas. A continuación veremos qué hace que estas mujeres se consideren a ellas mismas un producto que vale poco.




Es sábado a las 7 de la tarde y a Fabiola no le para de sonar el celular. Sube hacía su departamento en Plaza de Armas, ubicado seis pisos arriba del Cine Maya, antiguo cine porno. Fabiola no deja de trabajar, no tiene horas libres ni feriados. Se dedica al comercio sexual hace casi 20 años y con sus 40 encima, aún no piensa jubilarse. La podemos encontrar como “Chiquitita madurita. Bonita” en el diario La Tercera. Con sus ieans deshilachados y del brazo de su compañera de cuarto Luz Clara (23), Fabiola abre la puerta sin manija y me invita a su despojado departamento. Con nada más que una pieza y una sala con un sofá cama tirado en el suelo. Lleva dos semanas viviendo allí, ya que donde vivía los vecinos se quejaban demasiado. Antes trabaja cerca de San Diego y debido al sector no podía cobrar más de 10 mil pesos la hora. “En el centro puedo cobrar veinte (mil pesos) la hora, son cosas que hacen más profesional tu trabajo. Una mina puede cobrar más, si es linda, tiene su propio departamento y en un lugar bien ubicado”. Fabiola atiende alrededor de 3 clientes diarios. De ellos la mayoría son antiguos. Llega a ganar cerca de un millón y medio mensualmente. Suelo que difícilmente podría alcanzar ejerciendo su carrera de secretaria. Fuma un cigarro tras otro y de tanto que suena decide apagar el celular. La espera un cliente de unos 70 años “Es que los viejos son los peores” dice soltando una carcajada. En la cocina tiene un refrigerador donde nunca puede faltar un pepino “Los chiquillos piden juguetes siempre”.
Para Fabiola y Luz Clara, la demanda ha bajado. En lo que va del año el número de clientes se ha reducido por lo menos a la mitad “Me quedan los de siempre”, dice. A pesar de la falta de demanda, no pueden cobrar más. El lugar no da para un precio más alto “Por un lado yo soy bajita y la edad también te baja el precio. Y a mi amiga el hecho de ser peruanita le pesa. Hay chiquillas como ella que por ser extranjeras, hacen el favor por 2 mil pesos”. Clarita no habla mucho, teme que note su acento. Ve este trabajo como un pasar, mientras encuentra algo más digno. Tiene mucho miedo de contar su historia y sólo se limita a afirmar lo que su amiga diga. “a ella la explotaron mucho tiempo, igual que a mí”.
Ambas trabajaban para un privado, dónde atienden el doble de clientes, por la mitad de plata. Normalmente se quedan con el 70 por ciento del trabajo de cada prostituta. “Así conocí a Clarita, la estaba estrujando, así que me la traje para que no abusaran más de ella” Dice con un tono orgulloso. Reconoce que lo mejor de ese trabajo es el dinero y lo peor “morder la almohada cuando un tipo no te da ningunas ganas”, cuenta con los ojos húmedos.


La oferta

En Chile el precio promedio de una trabajadora sexual es de unos 40 mil pesos. Dentro de lo que se ofrece vía Internet y periódicos nacionales, puedes acceder a los servicios sexuales de una mujer desde los 5 mil hasta los 300 mil pesos la hora. A parte de la atención hora u hora y media existen distintas promociones dependiendo de la chica: Por 5 mil pesos dos mujeres pueden hacer lo que alcancen en 15 minutos. También puede ser una sola chica por media hora, o algún tipo de contacto rápido dentro de los 10 minutos. La oferta más común es la de 10 mil pesos la hora.
En las calles la oferta es diferente. Ofrecen sexo oral por quinientos pesos o una caja de cigarros y coito dentro del auto por dos mil quinientos. Fabiola cuenta que no solo las chicas que se ofrecen en la calle son diferentes, sino también los clientes. “A mi no me gusta decirles clientes, yo tengo amigos, amigos de muchos años que me pagan para venir a conversar. Eso no se consigue en una esquina con minifalda”.La mayoría de las putas de calle son drogadictas y lo hacen para pasar la noche, cuenta Fabiola, sin embargo confiesa que en ese punto ninguna prostituta es tan distinta “En este mundo existe todo lo más turbio que te puedes imaginar y la droga nunca falta. La necesitas para estar despierta con el último cliente”. La mayoría de los hombres que buscan sexo en las esquinas, buscan sólo eso. Las putas con departamento tienen doble rol, satisfacer – por sobretodo satisfacer- y entenderlos. Llegan hombres, casados, separados, vírgenes, todos con algún trauma. Ellas los tienen que soltar, antes de quitarle la ropa. Conocerlos solamente con la vista sexual y mentalmente. “con putas baratas como nosotras, matan dos pájaros de un tiro. Se ahorran las horas de psicólogo y compensan la frialdad de sus mujeres en la cama” Dice Fabiola mientras prende su cuarto cigarro.
A medida que sube el precio, subimos de Plaza Italia. Las putas Escorts cobran desde los 70 a los 300 mil pesos. Son altas, bronceadas, tonificadas y la mayoría operada. Hablan de corrido y lo más importante, no parecen putas, aunque lo son. Casi todas tienen su propia página en Internet o se promocionan con agencias El tipo de cliente que busca a estas mujeres, son empresarios con suficiente dinero. Las buscan muchas veces para complacer lo que su esposa opus dei no se atreve a hacer. En otras ocasiones las llevan a alguna reunión y mostrar una pareja físicamente espectacular. El físico de Fabiola y Clarita se aleja un poco de ese perfil, pero no tanto. Fabiola mide 1.50 y Clarita por el estilo, ambas tienen lentes de contacto azules y el pelo teñido. Son delgadas, con facciones finas y voz tenue. “yo me preocupo ene, de las cremas, de lo que como, de todo me preocupo. Lo que pasa es que no puedo hacer nada pa medir un metro ochenta ¿me cachai?”.
En algún tiempo Fabiola se vendía a la primera oferta que llegaba. Hasta que conoció a algunas personas que la llevaron a España, por trata de blancas. Allí aprendió más del negocio y volvió con la idea de ser independiente. Tubo que unirse a un Privado para juntar clientes, juntó suficientes y arrendó un departamento para ella y clarita “Cada una es dueña de lo que gana, lo único, como en cualquiera trabajo, hay que aportar con la casa”. Asegura que no importa si trabajas en la calle, en un privado o en tu departamento. Si eres Escort, puta barata, puta media, el objetivo siempre será el mismo: “Ellos piden y una entrega”.


Cuidándose las espaldas

El ringtone de Luis Fonsi anuncia la llamada de un potencial cliente, Fabiola no contesta. Ella decide a quién le contesta, a quién le presta el servicio. “Uno cacha por la voz a los tipos cuáticos. Una vez me llamó un tipo que me dijo dónde estay, dónde estay. Ahí fui amable con él y se acartonó, care´raja le pregunté si me quería asaltar, se quedó callado. Le dije que los dos éramos delincuentes pero que yo no le hacía daño a nadie y me cortó”. Fabiola ha afinado el olfato y huele de inmediato a quienes andan buscando algo más que placer. Otra llamada perdida anuncia que la noche está llena de clientes. Luz Clara, su compañera de departamento es su sombra, nunca la deja sola mientras conversamos, se percibe un miedo permanente en el medio, una sensación de estar siempre mirándose las espaldas. “Siempre cuando estoy en la pieza con un cliente está la Clari en el living atenta a cualquier cosa. No me arriesgo a estar sola con un tipo en la pieza, uno no sabe con quién se está metiendo, de repente te toca un abusador y hasta ahí llegaste”.Los veinte mil pesos que cobra, no le aseguran las intenciones del cliente. A pesar de que en gran medida fija un precio un poco más caro que el mínimo, para tener un filtro de a quién atiende y a quién no. Por lo mismo le llegan muchos clientes con intención de robarle. “Imagínate, las minas que cobrar doscientas lucas no están ni ahí con andar filtrando a los clientes, saben que no les llegarán tipos flaites como ese que me llamó la otra vez, o por otro lado las minas que se regalan por cinco lucas, andan urgías todo el día”
Fabiola sabe lo que hace, su bagaje en la profesión ha forjado su carácter y si bien arrienda su cuerpo no lo vende. Asegura que no importa si cobras una o cien lucas, todas las prostitutas trabajan por alguna gran razón. “Yo empecé porque mi mamá se enfermó, mi hermano era un drogadicto perdido y yo tenía una hija que mantener. No lo hice porque me gustara el güebeo no más”. Se cuida de sobremanera, porque quiere ver a su hija salir a delante. Actualmente su pequeña está en un centro hospitalario, recuperándose de una violación que sufrió a los nueve años en manos de su tío. “Son las cosas de este trabajo, yo tenía que ganar plata para mantenerla y no tenía con quién dejarla. Cometí el error de dejarla con el drogo de mi hermano y su amigo. La violaron ocho veces por vía anal.” Endurece el tono de su voz y agrega; “Si no tuviese a mi hija, me hubiese dejado matar hace rato”

2 comentarios:

M dijo...

...

Cliente X dijo...

¿Son ellas o eres tú quien consideras que "valen poco"?