lunes, 14 de septiembre de 2009

Antes de la Luna llena



Vi un anuncio en Mercado Libre y no pude resistirme. Estaban ahí, con sus orejas paradas y yo con mi corazón deseoso de ser llenado. Era febrero, mi nuevo novio, Flower se había ido de vacaciones sin mí. En cambio se llevó a unas reverendas soberanas hijas de ellas mismas que no merecen ser nombradas. A demás de emborracharse y jotearme al mino, subían fotos al ya fallecido fotolog para aumentar mi desgracia. No es que esté justificando al pobrecito, que de inocente no tiene nada, pero no hay nada peor que una mujer sin sentido de lealtad al género. Después de todo, si nos pasamos cagando entre nosotras mismas ¿Quién no lo hará? Reitero, él es el mayor culpable en este juicio, pero yo a los hombres hace rato dejé de tenerles confianza. No me sorprende.
En esos días en que el nadaba por los lagos de Puerto Varas y yo navegaba en el mar cibernético de la desconfianza, algo apareció. Hace rato había sufrido un terrible adiós y estaba lista para superarlo. Le mostré a mi mamá su foto, parecía un zorrillo en miniatura. Mi mamá que había llorado reharto, se decidió a buscarla. Agarramos a mi papá y las dos, con una pataleta de aquellas, lo metimos en el auto. No fueron más de quince minutos los que estuvimos andando. Llegamos y una señora, de pelo enroscado y panza amontonadamente tierna, nos abrió. Me paro de tras del terciopelo gris del sillón y me doy cuenta de que allí estaba. En ese entonces no sabía quién era, ni cuánto llegaría a amarla. Pero no importaba, allí estaba, desesperada luchando con su hermano por el que sería su último sorbo de leche materna. La tomé en brazos y sabía que me iría con ella. Nos despedimos de su madre, Retana. A quién mi madre recurre cada vez que comento su evidente gordura; “Su mamá era igualita”, me dice sabiendo que es mentira.
Así fue. La subimos en el auto, yo aún no sabía que era Luna, ni lo bien que le quedaba. Fuimos a comprarle comida y un juguete, para que no extrañara la caliente panza llena de leche que ahora le faltaba. Era un perro café de grandes orejas, pequeño, pero en ese momento infinitas veces más grande que ella. Luego de los trámites básicos partimos a su hogar.
Le mostramos la camita que solía ocupar Cherry, nunca la usó, quizás también sabía que no fue para ella. Llamé al supuesto traidor y le conté de la miniatura que no llegaba a llenar un cuadrado del piso de la casa.
-¿Qué raza es?-
-Schnauzer también. Es hermosa.-
-Me imagino- Me contesta, aún sin saber, cómo ella llegaría a cambiar su vida también.
Corté el teléfono, ya no me importaba con quién o en qué estaba. Tenía con quién quejarme, la mejor amiga y más fiel que he tenido. Le mostré la casa, a su vecino Boby, le di leche y fotografíe su panza. Llegó la noche y la acosté en mi cama, le prometí que esta sería su casa para siempre. No mentiré, le hablé del rompe corazones ése. Le dije que era bueno, pero que por estos días no estaba. Que las mujeres debíamos aprender a andar solitas y no acostumbrarnos a estar acompañadas. Que las manos entrelazadas debían ser para el camino y no el destino. Que los hombres y que lo sabrá más adelante, siempre se marchan. Esa noche durmió un poco preocupada, espero que haya sido por su leche y no porque le maté alguna esperanza.

2 comentarios:

Esteban Acuña dijo...

¡Bueeeeeena Colega! ¡qué gusto me da leer tus textos!

¡Cuidate Marly!

Marlina Diaz dijo...

colega!! gracias:D