lunes, 19 de octubre de 2009

China Para Siempre


Al otro día, desperté con una bolita en almohada. Estaba un poco asustada por el cambio, pero durmió feliz en su peluche de perrito con orejas gigantes. Le había depositado demasiada fe y sabía que llegaría a amarla tanto, que ningún sujeto con sur y amigas podría arruinarlo. Me sentía con una amiga eterna. Y sin el peligro –o por lo menos eso creía- de encontrarme al otro día soltera por las manos de esa amiga. Era muy afortunada. Baje temprano en pijama todavía. Me acosté en el piso frío y rojo. Y con Luna, sacamos fotos mientras mi mamá cocinaba. A cada rato se daba vuelta y nos miraba, comenzaba a ser feliz de nuevo. Tenía una barriga gordita, pero podía sostenerla en la palma de mi mano. Ese día no lo llamé, ya tenía compañía. Me llamó la China para que compráramos algunas cosas para el viaje que se acercaba. Estaba invitada a pasar las penas y la soltería de febrero en su casa en la playa. Le conté la nueva noticia. Después de todo, fue el primer número que marqué al saber la mala. La China, es mi amiga de toda la vida. Con ella tampoco me preocupa que me robe el compañero de cama. La conocí en el colegio y lo primero que hice fue odiarla. Sus ojos pequeños y verdes, labios gruesos y rosados, acompañados de una nariz de punto y un pelo largo y dorado. Era hermosa y lo sabía, lo que la hacía aún más odiosa. Yo tenía una popularidad adecuada. Corría el primer semestre de séptimo y hacía dos meses había dado mi primer beso. Había pasado todo el verano sin verlo y creía, con seguridad, que en marzo podría conquistarlo mejor. Cuando vi a nuestra nueva compañera, con genes –estoy segura que están ligados de alguna forma- robados de Angelina Jolie, entré en pánico. Utilicé a todos los que conocía para alejarla y que fuera odiada. No me costó mucho, a China le cuesta ser amada. Se acercaba Julio y ya menos personas la odiaban. Tenía tres hermosas amigas y juntas hacían que todo el colegio babeara. A mi me gustaba un chiquillo de lentes grandes, originalmente le llamaban Harry. Como la China tiene la buena fama de experimentada, supe que si quería atraparlo era ella mi mentora obligada. La pillé en la clase de artes y ella me enseñó su arte de seducción. El romance no quedó en nada y el enganché duró menos de una semana, pero la China duraría para siempre. Era 2006 y se cumplían cuatro años de nuestra amistad. A la hora después, llegó a mi casa, besó a luna y supe que ya la amaba. Fuimos a comprar unas cervezas, que obviamente no duraron hasta la playa.

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