miércoles, 27 de octubre de 2010

Mi Casita


Sucede en una calle bien poblada. Sucede en las casitas de los años cincuenta, todas igualitas, con la misma reja, los mismo colores en las pareces, las mismas puertas de cristal con cruces de scoch tape para protegerlas del huracán, todas tienen el mismo dueño pero no todas obedecen sus reglas.
Hay una casita en particular, donde uno llega luego de subir varias cuadras empinadas. Digamos que usted viene, lo más probable, del Capitolio. Allí usted deberá tomar el P13, una guagua, micro, bus, transporte, que lo llevará derechito para el municipio de Arrollo Naranjo. Hará un par de paradas y si tiene suerte, cuando llegue a 10 de Octubre pasará por las líneas del ferrocarril, e insisto, si es que tiene suerte solamente pasará por allí. Déjeme decirle que si se queda detenido justo encima de la línea del tren, es normal, me pasó a mí. Si ve que el tren se acerca a una velocidad imprudente, mientras la guagua, micro, bus, transporte aún se encuentra detenida, es normal, también me pasó. Pero tranquilo, esta es solo una de sus primeras aventuras para llegar allí.
Luego del susto momentáneo, pasara por unas calles al borde del derrumbe. No ha habido catástrofes últimamente, pero todo por 10 de Octubre hacía arriba parece necesitar una feroz reconstrucción.
Luego que vea el puente, donde dice con letras rojitas, Bienvenido a Arrollo Naranjo, queda poquito. Usted se baja en la bomba de bencina y camina unas cuadras hacía arriba. Como todo es inclinado le recomiendo que compre unas croquetas de 0.25 cuc que venden en el Di tú, para recobrar energías.
Verá unas casitas que empiezan a parecer todas iguales, con sus rejitas pintadas y sus enormes portales. Luego doblará a la izquierda donde verá una placitas con una estatua en miniatura de José Martí. No sé porqué la recuerdo sin cabeza, si estoy casi segura que la conserva. En fin esa placita no tiene tantos visitantes, el pasto está muy lardo y los bancos, bueno, no hay bancos. Pero tiene a José Martín.
Luego de esta placita queda poquito, ahora sube dos lomas y ya habrá llegado. Primero está la casa de Danielito un muchacho bueno, buenito. Luego Enrique un periodista que no envejece, deben haber 100 años desde que lo conocí pero él y su Lada siguen iguales.
Más tarde está la casa de Ivon. La esposa de un hombre misterioso que trabaja con oro y gana mucho dinero. Lo sé porque su casa está llena de lujos por todas partes, de lujos y de trolls. Esos bichos raros con orejas gigantes que son viejos pero chicos, su casa está repleta de trolls. El portal, el techo, su cuarto, las camas, su ropa, porque para ella es como si fuera arte, un lujoso arte. Al ladito de la casa troll está mi casa, al ladito cubierta toda de hojitas de plátano, con el mismo caminito de siempre y el mismo portal donde de chiquita jugaba a cazar con un palito arañas peludas. Esta casita tiene sus papeles, todas las casitas, grandes o chiquitas, deben tener sus papeles. Está que ven en la foto tiene escrito en sus papeles Manuel Díaz González, sin embargo, su dueño es otro, uno que probablemente no sepa que existe y que lo más probable es que ni él mismo exista. Ése que es el dueño de todo y pone las reglas. Es dueño de la mata de plátanos que tiene mi abuelo en el patio, también del televisor que le regaló a mi abuela para su primer aniversario. Y es tan dueño de esta casita, que me obligó a dejarla cuando tenía nueve años y es tan dueño de mí misma, que solamente puedo visitarla durante un mes, prorrogable a otro mes, por doscientos dólares adicionales.

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