miércoles, 23 de abril de 2008

Para los que muerden la barriga y regañan


Cuando veo a mi perro que le muerde la barriga a su madre porque la acaricio más de lo que él considera apropiado, empiezo a pensar que los celos no son actos que necesiten gruesos requerimiento intelectuales para ser consumados. O quizás todo lo contrario, quizás los perros se han apropiado de cada mero gesto que le expreso, y tanto grito por el teléfono y ataques de ira que ha presenciado, le han hecho creer que los celos deben de ser.
Esta me parece una teoría muy razonable, numerosa gente ha dicho que para celar hay que querer y mi perro demuestra una y otra vez que lo sabe hacer. Ahora habría que preguntarse si para querer hay que pensar y si fuera así entonces los mongos no querrían y los tontos no odiarían. Porque si para querer hay que saber, entonces para odiar también y si fuese así celar sería querer, lo que te haría pensar para luego odiar, ya que luego de celar empiezas a odiar.
Mi perro no sabe de odiar, él sólo muerde la barriga y la regaña.
Es como si supiera que las caricias son buenas y que para tenerlas hay que luchar, gritar, hacer pataletas callejeras para que todos sepan que no compraste algo, ni siquiera lo hiciste pero ahora que lo quisiste y lo tuviste, lo perteneciste. Tanto así que tu decides dónde poner el límite de la mano o la mirada y ojalá de la mente si pudieses. Para así poner en él una reja de seguridad como la de un animal en un zoológico. Esa es otra palabra que podríamos analizar, porque si la separamos sería zoo y lógico, zoo viene de animal y lógico lo natural. De este modo nos creemos que es legal encarcelar a un animal, por eso quizás también es natural celar, que es querer encerrar al hombre que es un animal.
Aunque mi perro no sabe de encerrar, él sólo muerde la barriga y la regaña. Es como si supiese que amar es obligar, no perdón lo confundí con amarrar. Quizás amar es el diminutivo de amarrar y por eso la gente comenzó a celar, porque las palabras hacen la verdad y la verdad hace al hombre que es un animal, un animal como mi perro que también sabe celar. Lo que no nos dejaría nada particular, sólo que mi perro y tú se parecen cada día más.

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