domingo, 15 de junio de 2008

Para volver a los atardeceres


¿Te acuerdas?, recuerdas querida mía cuando abrazamos el tornado de la ira y la humanidad entera, cuando construimos panales de abejas e hicimos palabras nuevas.
Sabías que realmente yo no conocía lo que eran las palmadas viejas, las ganas de rozar alguna entrepierna con el objetivo de dar vida, no de arreglar la mía. Seguramente no recuerdes tanto, no es que desaparezca el encanto, es la memoria lo primero que se pierde, luego la razón y culpamos al precio del detergente.
¿Cómo te consolaría? ¿Sabías? No imaginé los caminos, era suficiente tenerte en mis zapatos y en los colores de veinte atardeceres.
¿Cuándo se disolvió la vida junto con el endulzante? ¿Cuándo olvidamos cuanto amor hicimos arte? No lo sé, te vi antes seguramente y te dejé pasar, hemos vuelto a ese comienzo, en el que nos miramos y no sabemos lo que vemos. Como cualquier gente en la calle, nos rozó y no sentimos nada, nos miró y no vimos nada. Somos extraños moviéndonos en esta casa, si es que aún te mueves.
Debajo de la tierra las lombrices serán testigos y nos prestarán abrigo para la nueva casa. Esa en la que vivimos, cuando se termina este hastío al que si deberíamos llamar muerte.

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