lunes, 6 de diciembre de 2010

La sonrisa de Magela


Tengo en mi mano la foto de una amiga. Una chiquilla de chasquilla cuadrada y sonrisa pícara. Con ojos tan magnéticos que de seguro su madre le creyó cualquier mentira que le estaba diciendo. No sé bien si es la magia de la foto análoga o esas típicas frases de vieja y mi amiga tiene un ángel, uno muy celestial que la baña cada día en un perfume fabuloso. Sea lo que sea, el perfume, la foto o su sonrisa, anoche me desperté feliz de haber soñado con ella.
Magela vivía casi al frete de mi casa. Yo habré cargado con seis años y ella otros tantos. Corríamos, peleábamos y vivíamos la vida libre en el peor de los lugares. Mi mamá me cuenta, que de todas mis amigas ella era mi favorita “por lo majadera debe ser”, me dice y luego viene un regaño.
Un día a Magela se la llevaron. La sacaron de su casa de dos pisos, con su polera de frutilla, su sonrisa malvada y mi amistad más cercana. Últimamente le pasaba eso a muchos muchachos de la cuadra, derepente un día ya no estaban. A mí nadie me explicaba nada. O me nombraban un supuesto lugar donde se encontraban. Para mí el mundo era mi cuadra y si alguien, mágicamente dejaba de rondar por la acera de sus casas, simplemente ya no estaba.
Pronto me olvidé de ella. Un olvido pasajero, pues tenía cosas importante en que preocuparme. Mi mamá me había regalado unos patines en línea y yo casi los convertía en una extensión de mi píe. Mientras practicaba un día en el barrio escuché un rumor. Alguien le deseaba suerte a mi mamá en su viaje. Me pasaría lo mismo que a Magela.
Unos meses más tarde entendí todo. Había países, mares, tierras, fronteras, personas extranjeras y yo –así como mi querida Magela- sería una de ellas.
Llegué a Chile, una tierra larga como la fruta que le puso su nombre. Era el seis de agosto del 98 y yo venía del verano más ardiente y cubano, para pasar al frío más inmenso y nublado. Los días, siguieron con el mismo clima.
Pasaron años, amores, historias, amigas, llantos y ni rastro de Magela y su cerquillo. Un día y con la mano de Flower mi lado volví a Cuba. Vi mi casa, mis calles. La casa de Magela estaba vacía y también mi recuerdo de ella. Nuestra niñera tenía su foto colgada en la sala y ver cuanto había crecido me dio nostalgia. Era Julio de 2006 y aún no podía encontrarla.
Pisando tierra moderna, creí que Google, quién sabe todo y de todos, podía ayudarme. No lo hizo. Los años pasaron, tristes y agitados. Estaba a punto de terminar el colegio y dejaba todo lo que conocía atrás. Las horas, los veranos, las primaveras, las hojas, los zapatos, mi pelo, la sonrisa, todo iba cambiando y Magela seguía sin dar rastro.
Hoy sostengo su foto y un mes atrás sostuve las manos de su mamá. Es extraño como de la nada el destino te demuestra que no hay nada que puedas hacer. Hay un libro gigante y divino donde todo esta escrito. El narrador de la edición que contiene mi vida, decidió traer a mi amiga de vuelta por estas fechas y no pudo ser más asertivo.
Sigue su sonrisa, su perfume, su chasquilla y sigo sintiendo toda su magia a través de esta pantalla.
Magela vino a enseñarme, que nada puedo ni debo hacer, mi camino está decidido, mientras tanto puedo elegir patines o zapatillas para caminarlo.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Mi Casita


Sucede en una calle bien poblada. Sucede en las casitas de los años cincuenta, todas igualitas, con la misma reja, los mismo colores en las pareces, las mismas puertas de cristal con cruces de scoch tape para protegerlas del huracán, todas tienen el mismo dueño pero no todas obedecen sus reglas.
Hay una casita en particular, donde uno llega luego de subir varias cuadras empinadas. Digamos que usted viene, lo más probable, del Capitolio. Allí usted deberá tomar el P13, una guagua, micro, bus, transporte, que lo llevará derechito para el municipio de Arrollo Naranjo. Hará un par de paradas y si tiene suerte, cuando llegue a 10 de Octubre pasará por las líneas del ferrocarril, e insisto, si es que tiene suerte solamente pasará por allí. Déjeme decirle que si se queda detenido justo encima de la línea del tren, es normal, me pasó a mí. Si ve que el tren se acerca a una velocidad imprudente, mientras la guagua, micro, bus, transporte aún se encuentra detenida, es normal, también me pasó. Pero tranquilo, esta es solo una de sus primeras aventuras para llegar allí.
Luego del susto momentáneo, pasara por unas calles al borde del derrumbe. No ha habido catástrofes últimamente, pero todo por 10 de Octubre hacía arriba parece necesitar una feroz reconstrucción.
Luego que vea el puente, donde dice con letras rojitas, Bienvenido a Arrollo Naranjo, queda poquito. Usted se baja en la bomba de bencina y camina unas cuadras hacía arriba. Como todo es inclinado le recomiendo que compre unas croquetas de 0.25 cuc que venden en el Di tú, para recobrar energías.
Verá unas casitas que empiezan a parecer todas iguales, con sus rejitas pintadas y sus enormes portales. Luego doblará a la izquierda donde verá una placitas con una estatua en miniatura de José Martí. No sé porqué la recuerdo sin cabeza, si estoy casi segura que la conserva. En fin esa placita no tiene tantos visitantes, el pasto está muy lardo y los bancos, bueno, no hay bancos. Pero tiene a José Martín.
Luego de esta placita queda poquito, ahora sube dos lomas y ya habrá llegado. Primero está la casa de Danielito un muchacho bueno, buenito. Luego Enrique un periodista que no envejece, deben haber 100 años desde que lo conocí pero él y su Lada siguen iguales.
Más tarde está la casa de Ivon. La esposa de un hombre misterioso que trabaja con oro y gana mucho dinero. Lo sé porque su casa está llena de lujos por todas partes, de lujos y de trolls. Esos bichos raros con orejas gigantes que son viejos pero chicos, su casa está repleta de trolls. El portal, el techo, su cuarto, las camas, su ropa, porque para ella es como si fuera arte, un lujoso arte. Al ladito de la casa troll está mi casa, al ladito cubierta toda de hojitas de plátano, con el mismo caminito de siempre y el mismo portal donde de chiquita jugaba a cazar con un palito arañas peludas. Esta casita tiene sus papeles, todas las casitas, grandes o chiquitas, deben tener sus papeles. Está que ven en la foto tiene escrito en sus papeles Manuel Díaz González, sin embargo, su dueño es otro, uno que probablemente no sepa que existe y que lo más probable es que ni él mismo exista. Ése que es el dueño de todo y pone las reglas. Es dueño de la mata de plátanos que tiene mi abuelo en el patio, también del televisor que le regaló a mi abuela para su primer aniversario. Y es tan dueño de esta casita, que me obligó a dejarla cuando tenía nueve años y es tan dueño de mí misma, que solamente puedo visitarla durante un mes, prorrogable a otro mes, por doscientos dólares adicionales.

domingo, 26 de septiembre de 2010

El ingeniero junto a mi ventana


Eran lo días de los océanos de hielo, las palabras agudas de los marchitos poetas de los sueños. Los sujetos que sacaban sueños del sueño de los niños a seguir creciendo. El de los padres por encogerse y ser pequeños. El de los abuelos por morir sin darse cuenta y que les regalen el agujero.
Son muchas las lágrimas que han acabado con la vida de esta cuadra. A la mitad, vive una señora que roba pelotas y que de seguro jamás escuchó la canción de Arjona, quizás es sorda. Sorda a las palabras más importantes, ciega a los atardeceres hermosos. Porque jamás la he visto asomarse, ni siquiera de reojo, para que nadie calcule el latido que su corazón intenta dar, para demostrar que está viva, que no es una víbora devorando ojos y pelotas de futbolistas en sueños.
Está un señor muy coqueto, que se queja del vientre abultado de vida, de quien juró amar para siempre. Se queja del llanto de la semilla que la cultura le obligó a plantar. Nadie trajo niños a llorar, nadie quiere más manos golpeando pequeñas cabezas a las cuales hay que enseñar a amar. He puesto unas cuantas multas en mi mente, a los padres aberrantes y poco cariñosos. A los que en la noche se escapan, a los que no han vuelto a ver que todo lo que dejaron no eran escombros. Era una pequeña vida que arruinaron, fue la mujer que confió su desnudo pecho a sus cochinas manos.
Hay una familia que se niega a ser real, poseen la mano inmortal de la mortalidad. Tienen la obligación de creer lo que un señor con bolsillos grandes en la última misa dejó caer. Dejan el 1% y se liberan de querer tener sexo sin despojo.
Hay muchas cuadras, pero ninguna como esta. Tenemos gente buena, pero que siguen espantando con una sonrisa de cuero, al retoño del ingeniero que veo en el árbol junto a mi ventana. Ha llovido mucho ácido esta temporada, pero el nido de ese pájaro ha sido más fuerte que los 50 millones invertidos en la casa de enfrente. Y ese pequeño, con un pico más grande que el que lo demuestra con repulsivas angustias, vuelve todas las tardes con comida para su pequeño y la madre. El es un hombre y tú eres carne.

lunes, 9 de agosto de 2010

Galán de Noche


Yo no sé que es el amor, pero se que a todos les hace falta.
Sé que tengo una manito que me recoge cuando camino. Una manito que me sujeta cuando voy demasiado alto. Flower me ata con su cordel y me da algunos metros, luego me ata a un arbolito y me deja una flor en el suelo para cuando me haga falta.
El me tiene la camita repleta de petalitos, los labios de menta fresca y el pelo bañado de aroma a albaca. El tiene la piel azúcar blanca y los ojos verde olivo. Tiene una guayabera y una perrita majadera.
Su corazoncito es puro y blanquito, su voz bajita lo dice pero sucede que el ruido del mundo la apaga.
En su sonrisa podría quedarme horas pegada, sé que sus labios contienen la verdad más sagrada, que no importa que me duela sé que es cierto, los labios de Flower tienen un beso sabor Habana Club añejo.
Se enamoró tanto de mí que se enamoró de mi isla. Me llevó a reencontrarla y me reencontré en mí misma. Me tiene una casita imaginaria en la playa, donde en las noches dormiremos entrelazados en una nube de aroma a galán de noche.
Sembraremos un platanal, un mango y una guayaba. Le haré jugo todas las mañanas, con Flower será domingo, toda la semana.

lunes, 25 de enero de 2010

El extraño mundo de las Sharon y Britney



El otro fui a un lugar . Un lugar donde la gente gasta 150 mil pesos en un pisco Capel y otras 120 en una mujer. Donde se puede ser puto sin pensar en el infierno. Fui a un lugar donde nunca pensé estar. Fui al Passapoga y no me bastó con eso, hice un estriptís en el



Es viernes cerca de las 10 de la mañana y me duele respirar. No puedo pararme ni estar acostada, me duelen los pies, las manos, la panza, los muslos, el trasero y la espalda. Para rematar también tengo el autoestima un poco baja. El día anterior subí a una pasarela y fingí quitarme la ropa. Agarré un fierro con todas mis fuerzas y me colgué de él o por lo menos lo intenté. Son las 10 de la mañana y me pregunto porqué gente por opción se somete a esto cada semana.

Antonio es bailarí. Se regodea de modelos y les enseña a menear todo lo que Dios le dio y el doctor arregló. Su caño a pasado por Marlene Olivarí, Yasna lobos y todas las chiquillas de Fiebre de Baile. Tanta fue la sensación que se le ocurrió montar una academia de baile del caño. Pero no cualquier academia, una donde todas realmente pudiesen liberarse. “Es súper buen ejercicio, pero claro, no es lo mismo hacerlo en el Passapoga que hacerlo en un gimnasio”, comenta mientras vemos bailar a Vivian, una modelo brasileña a quien lleva enseñando por más de un año.

Mientras veo a Vivian, como se cuelga de cabeza, se lanza de un caño a otro y repite una y otra vez el Bombero, me pregunto si colgada de ese fierro realmente podré liberarme.

Son las 3. Llegaron dos chicas estupendas y Antonio me avisa que viene mi turno. Se me ponen los pelos de punta, aunque sabía que todo terminaría en esto, no esperaba ver a dos madres cuarentonas, regias como ellas solas, acompañarme a hacer el ridículo y tratar de moverme algo en el caño.

Paso al camarín y aún no percibo cuantas chicas, todos los días, se viste frente a estos casilleros esperando desvestirse. Brintey, Sharon, Connie, Rachel y otros nombres de striper clichés cuelgan de las puertas. Hay plumas, tacones, tangas fluorescentes, disfraces y brillo por todos lados. Agarro mi mochila y saco el buzo medio desteñido que me compro mi mamá, me deprimo un poco. En la pared frente a los camerinos está pegado un papel con las comisiones que cada chica recibe al conseguir que uno de los ricachones que va a diario le compre un trago. Se llama trago Chica y cuesta 14 mil pesos, ellas ganan a partir de las 9 de la noche 2500 pesos por cada uno. Mi amor propio sube un poco.


Salgo y veo al profesor listo para tomar posición. Las señoras traen tacos y encima de los pantalones se colgaron una mini, se soltaron sus largos cabellos rubios y se afirmaron al caño –mi estado inicial, deprimida total, vuelve a reinar- . Antonio pregunta que música quieren “Gordo ponte la Brintey, I love Rock and Roll es mi canción para el caño, lo juro”, dice la más joven de todas.



En estos momentos el nerviosismo había hecho que olvidara, la entrevista, la zona, las preguntas, la cámara y todo por lo que ahí me encontraba. En un momento de lucidez le pregunté sus nombres y si podía sacarles algunas fotos. Abrieron sus grandes ojos y me respondieron a coro “te morí, too much, si mis hijos se enteran que su mami está bailando el caño en el Passapoga, te morí, jajaja no, no, no”. Sí, por si se lo preguntas, ambas tienen una papa gigante en la boca y usa ese acento típico de un autóctono de Plaza Italia hacía el norte. ¡Y cómo no! Son pocos los que pueden pagar 15 lucas por clase. En la hora y media que estuve allí, Antonio le enseñó a moverse al estilo striper a 6 mujeres y otras dos llamaron para confirmar la hora. Saque usted la cuenta.

El precio de las clases me hizo pensar que quizás las esposas de estos adinerados hombres que van allí noche tras noche, son las mismas que de día bailan en esos mismo caños, con el mismo dinero que su esposo con las mismas manos puso en la tanga de Britney, Sharon o Connie.

Al ritmo de la princesa del Pop Antonio nos motiva. Él hace primero las poses y nosotras, las imitamos. En el caño, pude dar media vuelta, me elevé unos treinta centímetros del suelo y duré unos 10 segundos colgando. Todo un record para mi nula fuerza de brazos. Mis compañeras bailan y saltan como todas unas expertas. Debe ser cierto eso que Freud dijo alguna vez, y en verdad toda mujer desea secretamente ser deseada como una prostituta. Y no es que todas las mujeres que bailan en el Passapoga intercambien sexo a cambio de dinero, pero la gran mayoría sí lo hacen. “Es lo que más les conviene, cobran unas 120 lucas por cliente, es bastante más rentable que la plata que reciben por trago”, me cuenta Antonio en lo que recupero el aire.

Luego de las primeras piruetas viene el strip dance. Me paro al frente del escenario y me saco la polera, vuelvo al fondo y luego al caño, termino con un bombero y una onda de espaldas. Antonio nos da un aplauso, las chicas se abrazan y sobresale su adrenalina. Vuelvo al camerino, me cambio de ropa y agarro mi mochila. Subo la escalera y me despido de las estatuas desnudas de bronce que están en la puerta.

Me duelen las piernas, la espalda, estoy cansada. Me siento fuerte y con un par de kilos menos. Sigo caminando para no bajar el ritmo. Me detengo un par de cuadras más tarde y descanso en un Dominó. Como un completo y recupero todo lo que en el caño había perdido.